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Estimado Dámaso:

Al fin he podido leer la conferencia de hace unos meses.

Sabes de mi natural serio y ponderado que casi nunca muestro mis emociones. Tanto me he acostumbrado a ocultarlas al resto, que en muchas ocasiones soy incapaz de exteriorizarlas ante mí mismo. Sin embargo, no me queda más remedio que reconocerte que con la lectura de esas páginas algo se estremeció en mí. Te agradezco profundamente las citas que haces de mi tarea, casi secreta. Hacerlo por tres veces en una conferencia que abarca todo un siglo, me parece algo increíble e inesperado. 

Quizá pienses que soy vanidoso y lo digo como en voz baja, pero es cierto. Como puedes suponer un bibliotecario es muy consciente de lo complicado que es el mundo de la literatura. No sé si merezco tanto. Fíjate, Dámaso, que la mención que más ilusión me hizo, acaso por lo sorprendente, fue la del pie de página: colocarme en el contexto de las palabras de tan señalado poeta y erudito local, y además haciéndolo en referencia al paisaje, me parece toda una fortuna para mí o para mi libro. Diría, si no sonara a cursilería que es un pequeño tesoro. Y la frase en que afirmas que mi obra sigue abierta (aunque no te lo creas) es un acicate en estos tiempos bajos por los que paso —en cuanto a creación literaria, me refiero—.

La conferencia me parece del todo magnífica. Es más, intuyo que sólo es la base de algo mucho más amplio y ambicioso, el afán totalizador de lo literario en esta ciudad durante el siglo XX.

La primera consecuencia de su lectura es que ya tengo en mi poder el libro de Luis Felipe Vivanco. Obviamente no ha sido nada costoso hacerme con él.

Pero hubo más momentos en que me emocioné, aunque casi me avergüence por ello. Muchos recuerdos resucitaban. 

Por ejemplo, cuando mencionas al grupo poético de mi juventud. Esta breve aventura es de las cosas de las que estoy más orgulloso. Fue una pena que no uniéramos fuerzas con el otro que entonces había en la ciudad. Fuimos coetáneos. Alguno se lo tomó como una batalla; éramos muy jóvenes y nos pudo el ego. Dimos recitales por los pueblos de la provincia, también en la capital, incluso llegamos a Madrid... Aquel año y pico fue sin duda hermoso, y casi trepidante.... Luego me fui a la mili y el grupo se acabo deshaciendo. Era el más joven de todos los componentes, pero debí ser la argamasa, no sé. O es que algunas cosas, necesariamente, son efímeras.

La mención al Diccionario poético, que tengo el honor de cerrar con un mal poema que no corregí, es otro momento de muchos recuerdos. Su autor era uno de esos tipos empeñados en conseguir que los sueños se hicieran realidad. Aunque no vivía en esta ciudad, venía cada tres por cuatro.

¿Y qué decir de la mención de la Página Literaria del periódico? Es otro de los momentos claves para mis recuerdos. Cuánto echo de menos esa página semanal, cuánto la quise, cuánto publiqué en ella. Sería maravilloso poder hacer algo con todos aquellos números que se publicaban cada martes durante muchos años. Allí es donde me di a conocer, en esa esquina inferior derecha del periódico. Escribí una silva (en la que si hay un endecasílabo bien acentuado es pura casualidad, pues entonces no sabía aún de los acentos versales). Luego, mi padre —tras pedirme una copia—, a mis espaldas se la llevó al redactor del periódico y encargado de la página literaria, quien me la publicó casi a la vez que la leía el profesor de literatura que nos la había encargado como tarea para el fin de semana.

Pero más allá de estos recuerdos personales (que aún podría desgranar más), la conferencia viene a dibujar la realidad, ésa que tanto se desconoce o se menosprecia, incluso por los lectores habituales de la ciudad, y es que la actividad literaria ha sido y es mucho más variada y activa de lo que a primera vista pudiera parecer. Acaso falte una punta de lanza que resuene a nivel nacional.

Siempre he comparado esto de la literatura (y del arte en general) con una pirámide o un iceberg. Para el gran público, los medios más potentes, las editoriales que se dedican a hacerse con muchísimo dinero gracias a los libros, quizá sólo existan un puñado de escritores en cada generación. Y, me parece, que desde la perspectiva de la historia más válido es el ejemplo. Pues bien, la cúspide de la pirámide o la punta del iceberg sólo existe, sólo flota sobre el mar, porque su base es amplia y sólida. Si el Siglo de Oro, fue tal, es porque había más poetas que espadachines... Si la edad de plata es la que es, quizá es porque muchos Zahoneros y Rodaos escribieron, y escribieron bien.

Sólo echo de menos una cosa en tu conferencia, algo que quizá valoraste o quizá te faltó el dato. Cuando hablas de la tarea editorial en esta ciudad, se olvida citar "Mensaje en la botella", con un catálogo aún breve pero sólido.

Volviendo a mí (Dámaso, perdona la petulancia), si acaso hubiera alguna vez una reedición o reelaboración del texto, hay un error que no tiene importancia en conjunto, pero me parece de justicia comentártelo, pues a ambos nos une gran amistad con esa persona. En el contexto general tiene importancia cero, poco menos que una anécdota, pero para mí tiene importancia.

No fue mi presentador del poemario quien me 'descubrió' y me invitó casi con ardor a publicar un poemario. Fue nuestra común amiga C. Ella era nuestra profesora, y muy al principio de curso me lo propuso... El gran error mío, fue que le diera la presentación del libro a F. No, no es que estuviera mal, todo lo contrario. Siendo ella mi profesora (F. lo fue el curso anterior), quizá podría haber suspicacias. Con los años descubrí que fue un error de gratitud por mi parte que ella no lo presentara. Por eso mismo no dudé (además de por qué estuvo encima del proceso de escritura de la novela), en que presentara mi primera novela que me editó la Diputación.

En fin, aquí lo dejo, porque la pasión me ha hecho, como siempre, excederme.

Alguna vez escribí que al final de mi tarea podría llegar como mucho a ser una cita a pie de página en algún sesudo estudio. Parece que mi afán o mi vocación o mi pasión o los buenos ojos de un amigo, ya lo han hecho posible... Solo espero incrementar un poco más mis libros... para dar que hacer a quienes se dediquen a dejar noticia de nuestros afanes.

Un fuerte abrazo.