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La puta verdad es que me gustaría ser el otro. Ser yo mismo es tan aburrido y cansado que me encantaría dimitirme, cesarme, infiltrarme en las corrientes invisibles de las esquinas del aire.

Por ejemplo, esta mañana, mientras llovía, han vuelto a llamarme los del banco. Actúan como si vistieran armadura bajo camisa de seda. Nunca se rinden. Apuran cada segundo a su favor. Juegan con mi ignorancia. Si yo no fuera yo, si fuera capaz de dimitirme o cesarme o infiltrarme entre las corrientes de aire, sus propuestas no me afectarían, simplemente no existirían.

Pero no puedo dejar de ser yo, ni en el caso de estar leyendo un libro y meterme de lleno en sus páginas... Es la máxima proximidad que consigo para ser quien me gustaría ser.