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Respuesta a un mail de Alpina.

Buenos días:

Precisamente el domingo estuvimos hablando de ti. Minerva -creo que lo sabes- estuvo en Madrid la semana pasada, y se acercó a verme. Como siempre sois vosotras quienes os acercáis. Me comentó que andabas un poco mal, con la espalda y las vértebras. Ahora tu correo lo confirma. Y no veas cómo lo siento. Espero que los médicos den pronto con las soluciones para aliviarte.

Mis padres siguen más o menos igual. Madrugo muchísimo para ayudar a levantarse a mi padre. (Lo hago desde que se rompió las costillas al intentar ayudar a mi madre que se había caído). Él parece que está un poquito mejor de su carencia de plaquetas, pero como la medicación tiene tantos efectos secundarios, el médico pretende ajustársela tanto que hay meses en que es muy poca dosis, con lo que empiezan a bajarle las plaquetas hasta niveles peligrosos. Mi madre sigue la evolución normal de la enfermedad, algo lentísimo pero imparable. Es como si su cerebro se fuera consumiendo, como si sufriera el lento desgaste de una erosión que no concluye nunca. Anoche leí, no sé sin en Francia se habrá publicado, que la razón última del suicidio de Robin Williams se debe justo a la misma demencia que diagnosticaron a mi madre: demencia con cuerpos de Levy. No es consuelo que una celebrity padezca la misma enfermedad que tu madre, pero esta mañana, mientras bajaba de su casa, pensaba en las diferentes reacciones. Ella está atada a la vida con una fuerza increíble. A pesar de su edad (85) y sus achaques (diabetes, sordera, casi ceguera, reúma, demencia...) continúa con todas las ganas de vivir, intactas; el actor, a pesar de su juventud (comparado con mi madre, digo) y su dinero y su fama, decidió que su vida había acabado. ¿Y que es mejor, Alpina: dejarlo todo cuando sabes que ya vas a dejar de ser quien eres, o continuar a pie firme a pesar de ser la sombra de quien fuiste? 

Estoy leyendo El café de la juventud de Modiano, y la verdad, es que no me llega del mismo modo. No sé si es la mejor de sus novelas o si con la traducción se pierde o si es que la leo demasiado a trompicones.

La lluvia amarilla, fue para mí, en el fondo, la novela que me empujó definitivamente hacia la escritura. Me gustaría poder escribir esa prosa tan poética, y a la vez tan intensa y sin cursilerías. Pero es muy difícil. Llamazares, de hecho, sólo lo consiguió con esa, y en las demás se aproxima, pero nunca lo iguala. (Esto es una opinión, claro, si me oyen otros, como Juan Cruz, por ejemplo, me estigmatizaría).