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Cree que estoy trabajando. No se da cuenta que la observo, que miro cómo maneja el móvil, cómo da vueltas a las cuentas de las pulseritas que ocupan sus muñecas.

No, no se da cuenta.

Pero hay que ir con cuidado.

Es divertido el juego, ser uno mismo, sin que nadie sepa quién soy.

Nos aburren los papeles, nos llenan de musarañas dormidas las neuronas. Quisiéramos estar fuera de aquí. Al menos yo. Yo desde luego quisiera huir hasta mi centro, hasta ese lugar preciso en que el único eco que escuche sea el de los latidos más hondos y secretos del corazón.